Llegar


Volvían de un paseo a Buenos Aires un grupo navegando sobre el Río de la Plata. En determinado momento, la embarcación empezó balancear anormalmente. En el lugar donde todos estaban, no había visibilidad hacia fuera, pero la deducción fue rápida: tempestad.

Y la barca balanceó. Por cierto. Como consecuencia, los integrantes del equipo de tripulación empezaron a marearse. Algunos, bien mareados. Cuando llegaron, rápidamente algunos salieron para tomar aire, mientras otros se sentaban en los barcos al aire. Algunos mal conseguían se levantar.

Mirando este escenario, el líder del grupo comento con quién estaba cerca:
-Que raro, fui tomado de miedo…
El otro respondió:
-De hecho… e yo me tomo pensando: si casi todos se marearon dentro de la barca, imagine si alguien estuviera fuera de ella…
-Pero, aun con toda dificultad, felizmente el principal sucedió – responde el líder.
-¿Lo principal? ¿Y que seria?
-Llegamos seguros al otro lado.

Es inevitable, usted va balancear. En varios momentos. Por lo cierto, ya que el río de oro de tu vida no es hecho tan sólo de viajes tranquilos, pero también de momentos turbulentos. En algunos, nada se ve bien. Aun solamente se navega.

¿Cómo lo estás cruzando? ¿Y, hacia donde?
Bueno es tener una embarcación segura. Cuando estamos con Cristo, estamos bien. Está cierto, podemos sentir miedo, hasta podemos nos marear. Aun, no pararemos. Porque lo sabemos que siempre hay un lugar seguro después de la oscuridad. Siempre hay espacio donde reencontrar la tranquilidad y recuperarse las fuerzas. Siempre hay aire puro después de la angustia de la falta de aire.
Es allí, dentro de la barca, pretejida del viento, cerca del corazón de Dios. Con un ingreso de gracia - fe. Esta es la manera de llegar al otro lado. Dentro del amor, cuidado y dirección del Capitán.

No es promesa de solamente aguas tranquilas. Pero es una promesa real de lo que más necesitamos: llegar.



Traducción:
Pastor André Luiz Muller
Canoas, RS, Brasil

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